miércoles, 30 de marzo de 2011

¿Pero es que no tienen vergüenza?

¡Qué bien estarían algunos calladitos!

Por ejemplo, este personaje:

http://www.publico.es/espana/368733/aznar-se-alinea-con-mayor-y-acusa-al-gobierno-de-negociar-con-la-banda

Esto es vergonzoso:

http://www.publico.es/espana/368759/la-publicacion-de-las-actas-de-eta-quiebra-la-unidad-antiterrorista

¿Pero tan mala memoria tiene Ansar? ¿Es que ya no se acuerda de que se refería a ETA y a Batasuna como MLNV, es decir, Movimiento de Liberación Nacional Vasco?

¿Acaso no ordenó a su gobierno negociar con ETA?

¿No acercó presos a Euskadi? ¿Acaso no liberó a varios de ellos?

¿Es que para esta gente todo vale con tal de llegar al poder?

¿Es que no tendría Sortu derecho a estar en las elecciones si el TC decide que su condena del terrorismo en general y de ETA en particular es bastante y suficiente?

Ah, y lo de defender su actuación en la invasión de Iraq a la vez que critica al gobierno de Zapatero por lo de Libia es ya el no va más.

Ahora van a por Rubalcaba, porque saben que es bastante probable que sea el próximo candidato del PSOE a Presidente del Gobierno, y están ya con miedo de que Rajoy se vuelva a estrellar por tercera vez. Y exigen la dimisión de Rubalcaba. Estos, los mismos que cobijan en su partido a corruptos por todas partes.

Aquí en Irlanda la derecha ha formado gobierno con los laboristas. Tal y como estaba previsto, Enda Kenny, el líder del conservador Fine Gael, se ha convertido en el Taoiseach, o Primer Ministro. No me gusta demasiado la derecha, ni creo que me guste nunca, la verdad, pero debo admitir que me da envidia ver cómo en otros lugares (aquí en Irlanda, por ejemplo) tienen una derecha moderna, liberal, e incluso progresista en algunos asuntos. En España seguimos con una derecha carca, ultraconservadora, que se sirve del todo vale para intentar alcanzar el poder.

En algunas cosas, desgraciadamente, seguimos sin ser europeos.

viernes, 25 de marzo de 2011

Más sobre la intervención en Libia

Más sobre la intervención en Libia. Cedo hoy este espacio a un interesantísimo artículo de Ernesto Ekaizer que aparece hoy en Público:

El trofeo de Gadafi

Ernesto Ekaizer

He aquí un hecho curioso. Cuando José Luis Rodríguez Zapatero explica "el contexto histórico concreto" de la autorización del uso de la fuerza en Libia por parte del Consejo de Seguridad de la ONU, señala: "La valentía y el espíritu cívicos demostrados por el pueblo de Túnez, primero, por el de Egipto, después, han sido una demostración palpable de que el progreso y la libertad son también causas del mundo árabe y que se pueden hacer valer pacíficamente".

¿Dónde está la curiosidad? En el mapa que traza Zapatero sobre la "primavera árabe". Un mapa del cual ha borrado las protestas y las correspondientes represiones asesinas en otros tres países: Yemen, Bahrein y Arabia Saudí. Estados Unidos y la Unión Europea, así como España, respaldaban a los dictadores de Túnez y Egipto hasta que ya no les fue posible hacerlo por la desafiante movilización popular. Y ahora mismo están sosteniendo, hasta que la realidad lo permita, las dictaduras de Yemen, Bahrein y Arabia Saudí.

Hechos no tan casuales

¿Y a qué viene esto? A varios hechos que pueden parecer casuales pero que son la antesala de la decisión de la ONU de autorizar los bombardeos en Libia. Fijaos en este detalle: el martes 15 de marzo, dos días antes de la reunión del Consejo de Seguridad, 1.500 soldados de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos llegan a Bahrein para reprimir las movilizaciones y defender al príncipe coronado. El viernes 18, mientras se está preparando la renovada dosis de "conmoción y pavor" sobre Libia, incluido el ataque a la residencia del dictador Muamar Gadafi, tiene lugar la masacre de Yemen, con más de 50 civiles muertos y 200 heridos.

En otras palabras, la carrera hacia la intervención "humanitaria" en Libia, en la que tienen participación directa de Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, ha sido acompañada de un considerable endurecimiento de la represión en la región.

¡Aquellos que pretenden derrocar e impulsan ataques aéreos para "decapitar" en sentido literal a la dictadura de Gadafi son los que gobiernan por la fuerza en sus respectivos países! Estos gobiernos tienen el apoyo de nuestros "guerreros humanitarios". ¿Por qué? Porque como francamente ha explicado Tony Blair, estas autocracias están a favor de las "reformas", y estas son preferibles a una revolución que apunta a cargarse a gobiernos por ser "demasiado" prooccidentales.

Zapatero ha subrayado que la ONU está aplicando el "principio de la responsabilidad de proteger". Aquel que se consagró tras el genocidio de Ruanda. Bien. Pero ese principio se adoptó en la Asamblea General en 2005. Y a finales de 2008, el Gobierno israelí ordenó bombardear Gaza. ¿Y el "principio de responsabilidad de proteger" ante la muerte de casi 1.500 civiles cuando el Estado no cumple con él?

Esta selectividad "humanitaria" es sospechosa. Aquí, a partir de la elección de los objetivos a bombardear ya no cabe ninguna duda. Dice Zapatero: "La resolución no pretendía ni pretende la expulsión de Gadafi del Gobierno de Libia". Quizá lo que quiere decir es que en realidad se trata de cargarse a Gadafi. Eso es: nuestros líderes quieren recuperar la iniciativa occidental para controlar una "primavera" que ha sepultado la "guerra contra el terror" con un trofeo de caza mayor: la cabeza del examigo y dictador de Trípoli. Es una apuesta, dicen, de días, cuando Gadafi pasaba por allí.

lunes, 21 de marzo de 2011

Confuso

¿Estoy a favor o en contra de la intervención militar contra Gaddafi que se inició este fin de semana? Pues la verdad es que no tengo una opinión clara sobre este asunto. Digamos que tengo opiniones y sentimientos variados y mezclados sobre este asunto, y paso a explicar aquí los principales:

1) En primer lugar, como ya he dicho en otras ocasiones, me considero un pacifista, en el sentido de que creo que la violencia no resuelve nada en la gran mayoría de los casos, la violencia sólo engendra más violencia, y en el sentido de que creo que la paz, la negociación, el entendimiento, es el camino seguro a un mundo mejor.

2) Pero como ya he dicho también en otras ocasiones, soy pacifista, pero no idiota. Con esto quiero decir que, aunque me opongo en principio y por principio al uso de la violencia, hay casos en los que, lamentablemente, no hay otra solución más que recurrir a la violencia para defenderse. Por ejemplo, si alguien irrumpe en mi casa e intenta matarme a mi o mi mujer o a mis hijos, ni que decir tiene que haré todo lo que esté en mis manos para defenderme, incluido el recurso a la violencia.

O por ejemplo, en el caso de la II Guerra Mundial. ¿Había otro modo de parar a Hitler que no fuese la intervención militar? Yo creo que no. Aunque también es cierto que nunca sabremos que habría pasado si los países aliados hubiesen intentado pararle los pies antes de lo que lo hicieron: quizás en ese caso no habría hecho falta recurrir a la guerra o a una intervención militar, nunca lo sabremos.

3) Parece ser que Gaddafi se ha pasado bastantes, muchísimos, pueblos en la represión contra sus ciudadanos. Eso es lo que dejan entrever las noticias, los canales de televisión, los periódicos… ¿Pero hay alguna manera para nosotros de saber hasta qué punto es esto verdad o está manipulado por los medios de comunicación para justificar la intervención? No estoy diciendo que Gaddafi no esté atacando o masacrando a su pueblo, lo único que digo es que no sabemos con total seguridad hasta qué punto todo esto es verdad o está siendo en algún modo exagerado para justificar una intervención militar que pudiera quizás tener como interés primordial el petróleo libio.

4) Tampoco podemos olvidar que hasta hace poco líderes occidentales como Berlusconi o Sarkozy ( y ex-primer ministros como Tony Blair) se reunían para conversar y cerrar acuerdos comerciales con Gaddafi, todos tan amigos. O el hecho de que la UE ha sido su principal proveedora de armas, las mismas que según dicen ha estado usando de manera cruel e indiscriminada contra su pueblo.

5) Finalmente, debo decir que no estoy de acuerdo con ciertas críticas que se le están haciendo a Zapatero desde sectores de la derecha por apoyar esta intervención militar cuando fue tan crítico en su día con la invasión de Iraq, y cuando fue tan rápido en sacar de allí a las tropas españolas. Los dos conflictos tienen muy poco o nada que ver: la invasión de Iraq estaba basada en mentiras obvias, fue unilateral, sin la aprobación de la ONU, una guerra inmoral e ilegal, mientras que esta intervención en Libia cuenta con el beneplácito de la ONU. Podemos ver que, al contrario de lo que ocurrió con la invasión de Iraq no ha habido protestas en contra de esta intervención militar; más bien al contrario, las protestas que han tenido lugar en algunos países occidentales han sido llevadas a cabo por inmigrantes en su mayor parte libios o de otros países árabes demandando una intervención militar contra Gaddafi. Las dos situaciones son totalmente distintas, creo yo. ¿O quizás no?

martes, 15 de marzo de 2011

Interrogantes sobre lo que está pasando en Japón


No tengo las respuestas, sólo preguntas sin respuesta:

¿Qué es lo que está pasando exactamente en las centrales nucleares de Japón tras el terremoto y el tsunami?

¿Sabe alguien qué está ocurriendo en realidad?

¿Cuáles son –o pueden ser- las consecuencias el caso de que suceda lo peor?

¿Se podría haber hecho algo más? ¿Se podría haber previsto mejor el terremoto y el tsunami?

¿Son seguras las centrales nucleares?

Y finalmente: ¿tendremos alguna vez la respuesta a alguna de estas preguntas?

viernes, 11 de marzo de 2011

11-M

Creo que este artículo que he leído hoy en la web de Público es muy oportuno y apropiado para el día de hoy, y por eso lo pego aquí sin más:

El 11-M y nosotros

ADOLFO GARCÍA ORTEGA

España es un país que prefiere no tener memoria. Sólo la utiliza para arrojarla contra el otro, contra el que es diferente o adversario. Tal vez lo que sucede es que algunos tienen miedo a la memoria, y por eso eligen el rencor, eligen la revancha, gruesa o sutil, pero revancha al fin y al cabo.

Pero la memoria existe, es inevitable, y en ella casi siempre está el germen del futuro, para evitar repetir algo o para procurar repetir algo. Parafraseando a Gabriel Celaya en uno de sus más hermosos poemas, se podría decir que la memoria es un arma cargada de futuro. El que sea. Y sin embargo, España es refractaria a la memoria, porque no ha superado nunca la división histórica que acumula siglo a siglo.

Según nuestra ancestral característica, la amnesia generalizada sería nuestro ideal como país, y especialmente en materia de víctimas del terrorismo. Si pudiéramos no recordarlas, mejor; incluso si fuera posible eludirlas, mejor todavía. A veces se emplea la eufemística expresión de “tratar de olvidar” aplicada a la superación de un atentado. ¿Por qué? ¿Acaso es algo vergonzante traer a la memoria los atentados de ETA, uno a uno, o el atentado especialmente terrible del 11-M, con todas sus causas y con todas sus consecuencias, la primera las víctimas, una a una? Entonces, ¿por qué eludir la solemnidad general, sobrecogedora y a la vez orgullosa y posiblemente poseída de una altiva dignidad, cuando llega la fecha, incómoda para tantos, del 11-M?

Han pasado siete años. Son pocos para atenuar el dolor de la ausencia. Pero también son muchos años ya y han cabido muchas cosas en ellos: por ejemplo, un cambio de Gobierno, y por dos veces, porque el partido de aquel cambio de Gobierno volvió a ganar las elecciones en 2008, pese a una legislatura basada en la más innoble de las oposiciones que jamás ha habido en España; hubo una larga investigación y los periodistas más innobles que jamás ha habido en España trataron de crear por todos los medios, en connivencia con esa innoble oposición, una tupida red de confusiones, mentiras y manipulaciones que son un insulto a la cara de las víctimas del atentado; hubo un juicio que se impuso contra las mentiras y las manipulaciones con admirable ejercicio de la Justicia; hubo unas condenas que permitieron cerrar un capítulo de nuestra historia, pero en cambio no cerraron, ni podrían cerrar jamás, las heridas que ese capítulo de nuestra historia abrió. El odio que derecha e izquierda se siguen profesando en España mutuamente (aunque más por la derecha, proveedora de bilis para españoles sin memoria) ha encontrado en el 11-M un empuje añadido a su ya enorme biografía cainita.

Todo lo que le ha llegado a la opinión pública en estos siete años es una catarata de rencor permanente vomitada por determinadas áreas de la derecha política y sus sacerdotes periodísticos, imbuidos de un amarillismo inmoral nauseabundo. Han confundido y han desviado el foco de atención de donde es obligado volver a ponerlo: los 191 asesinados aquel 11-M, los asesinos que lo cometieron y el impacto que ese asesinato ha dejado en nuestra memoria colectiva.

En estos años hemos aprendido a malvivir con el fantasma del islamismo, y el precio que ha enturbiado nuestra sociedad, verdaderamente plural y rica, es el recelo hacia todo lo que tenga visos de ser musulmán. Cierto es que no ha habido más atentados, pero también es cierto que los terroristas islámicos no los necesitan para mantener el miedo en la sociedad, al menos por ahora.

Han conseguido lo que querían. Han sembrado el miedo, la sospecha, el racismo, la intolerancia y la crispación. Esa es la base del perfecto terrorismo de manual: crear la amenaza de otro atentado sin tener que llegar a producirlo, bastando tan sólo con haber inoculado en la sociedad la idea de que su repetición es posible e inminente, pero suspendida en el tiempo.

Ahora el séptimo 11-M llega con toda su carga de incomodidad, de división política por estar inmersos en la misma y agresiva campaña electoral, y porque, por desgracia, hablar de víctimas nos sitúa en el estrecho margen que le concedemos al dolor en nuestras vidas.

Las víctimas siempre quedan en un extraño limbo vacío, tan vacío como el descuidado monumento que las recuerda en Atocha.

Con el respeto que supone reconocer el amargo trance anual que han de pasar los familiares, otra vez está aquí la fecha que ya es un emblema: 11-M. Cada año han de revivir de nuevo lo que para ellos sí sería justo olvidar. Y la herida, además, no se cierra porque es una herida colectiva, nuestra, de todos. Hasta que no asumamos eso, no comenzará el duelo histórico que España necesita.

No se ha de huir de nuestras víctimas, sino recordarlas con orgullo. Y con absoluta piedad.

Necesitamos incorporar el 11-M a nuestra historia como algo que nos afecta e interpela personalmente, porque fue un atentado contra la mejor arma cargada de futuro que crece en España: la pluralidad de nacionalidades, razas y creencias. El número de ciudadanos corrientes muertos aquel día, personas con las que todos podríamos identificarnos ante un espejo, lo convierte en un atentado absolutamente plural y general. Pocas veces un atentado ha sido tan premeditada y arteramente mortal contra todos.


Adolfo García Ortega es Escritor. Su última novela, ambientada en el 11-M, es ‘El mapa de la vida’

lunes, 7 de marzo de 2011

Downfall


El otro día volví a ver la película alemana “Downfall”, de 2004, que creó se tradujo al castellano como “El hundimiento”, y en la que Bruno Ganz interpreta a Adolf Hitler de manera magistral.

La película se centra en los últimos días de Hitler en su búnker de Berlín, cuando las tropas rusas se acercaban ya a la capital del Tercer Reich, y nos muestra a Hitler como un ser humano complejo, compasivo e incluso cordial con su secretaria y su círculo personal, a la vez que cruel, demente y psicópata, hasta el punto de estar totalmente confundido y engañado sobre la capacidad del ejército alemán para recuperarse y contraatacar.

Creo que lo que una de las cosas más relevantes que nos muestra esta película es que Hitler no era en realidad un monstruo, como solemos referirnos a él con frecuencia, sino un ser humano, que, bajo un cóctel perfecto de circunstancias políticas, históricas y sociológicas, arrastró a toda una nación a un estado de locura y maldad sin igual. Solemos llamarlo monstruo para intentar de algún modo explicar lo inexplicable, cómo un ser humano pudo ser capaz de cometer tales atrocidades. Pero Hitler era, al fin y al cabo, un ser humano.

Y eso es lo verdaderamente terrorífico de todo esto, y lo verdaderamente terrorífico de Adolf Hitler: el hecho de que era un ser humano.

Añade a una crisis económica galopante el resentimiento alemán por la derrota en la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias, y también un bien cultivado odio hacia otras razas que servirían de chivos expiatorios, y ¿qué tenemos de resultado? Una locura y odio colectivos que llevaron al mundo a presenciar un episodio histórico incomparable por su horror y maldad sin igual.

Y quizás la moraleja de la Historia sea esta: que conviene recordar y comprender bien el pasado para no volver a repetirlo, para no volver a caer en los mismos errores. Dados los ingredientes apropiados, NUNCA podremos descartar que un nuevo Hitler vuelva a aparecer entre nosotros y llevar a cabo las mismas atrocidades.