lunes, 31 de agosto de 2009

El capital


Cuando le pregunté a Concha, quien además de ser mi profesora de Historia aquel curso en el Instituto era también miembro de Izquierda Unida, si me podía prestar “El capital” de Karl Marx para leérmelo, no lo hice tanto por interés por este tratado filosófico-económico como por un intento de subir mi nota final en Historia, pocas semanas antes de que terminara el curso. Pues si algo sabía hacer bien, aparte de irritar a ciertos profesores, era hacerle la pelota a otros de manera descarada.

Todavía recuerdo la emoción de Concha cuando al día siguiente me llamó a su despacho para entregarme los tres volúmenes de “El capital”. Me dijo algo así: “Siempre reconforta ver a algún alumno que siente un interés especial por la Historia, y sobre todo por el socialismo”, comentó mientras me daba también una copia del “Manifiesto Comunista” de Marx y Engels.

La verdad es que durante las 3 ó 4 semanas que tuve “El capital” ojeé los tres volúmenes con curiosidad, e intenté leer algunas páginas, pero confieso que me resultó totalmente infumable. No fue así con el “Manifiesto Comunista”, que era un libro bastante breve y mucho más fácil de leer y entender; este sí que lo leí. Cuando le devolví los libros a Concha mentí como un bellaco y le dije que había leído algunos capítulos de “El Capital”.

Como he dicho, sí que leí el “Manifiesto Comunista”. En el mismo Marx y Engels realizan un análisis de la Historia desde el punto de vista del materialismo histórico y la lucha de clases. Señalan con más o menos detalle los errores del capitalismo, que lo llevarán eventualmente a su propio final. Predicen que mediante la revolución el obrero se sacudirá de encima las cadenas de la burguesía y se convertirá en el redentor de la humanidad. Se establecerá la dictadura del proletariado, se abolirá la propiedad privada y el Estado controlará todos los medios de producción, con el igualitarismo como fin último. Desaparecerán las desigualdades de clase y, por lo tanto, las clases sociales, y se establecerá una sociedad libre y socialista.

Esto es, a grandes rasgos, lo que se expone en el “Manifiesto Comunista”. Sí, ya sé, suena todo muy bonito, muy ideal y utópico... “Pero ya sabemos todos cómo acabó la cosa”, me dirán algunos. Sí, claro, pero es que ni Marx ni Engels podrían haber previsto la que se vendría encima en ciertas “dictaduras del proletariado”, como Stalin y los gulags, por ejemplo.

Además, no se puede obviar el hecho de que esta obra se publicó en 1848, o sea, hace nada más y nada menos que 161 años. ¡Ha llovido desde entonces! Y uno tiene que comprender que la sociedad de 2009 (o de 1985, o de 1960) no es la misma de 1848. Las desigualdades sociales, la explotación y las condiciones de vida de los trabajadores eran en 1848 de escándalo. Y sí, aunque incluso ahora puede haber en el mundo occidental ejemplos más o menos significativos de desigualdad y de explotación, nadie negará que hemos recorrido un largo camino. En el mundo occidental, repito. Porque si hablamos del continente africano, o de ciertos países de Asia o de América Latina, el diagnóstico cambia por completo.

Pero parece que ahora, a raíz de la actual crisis económica, se ha puesto de moda volver a hablar de Marx, leer su obra y decir “ya lo había dicho Marx” una y otra vez. Y la verdad es que Karl Marx supo predecir de manera extraordinaria muchos de los errores e injusticias del capitalismo. Creo que cualquiera que haya leído al menos un poco sobre Marx o algo de su obra coincidirá en esto, sobre todo en estos tiempos de capitalismo salvaje, especulador, de casino, un capitalismo hecho a medida de los evangelios neo-conservadores, del que ahora estamos pagando las consecuencias, unos más que otros, como pasa siempre.

Por poner tan solo un ejemplo, hay una idea de las muchas que expone Marx que recuerdo bastante bien, porque me llamó especialmente la atención cuando leí el “Manifiesto Comunista”: la idea de que el obrero (entendiendo “obrero” en el sentido amplio de la palabra, como trabajador) produce o fabrica algo y, sin embargo, al no ser el propietario de los medios de producción, si luego tiene que adquirir este producto acaba pagando por él un precio que es varias veces su valor, y varias veces el sueldo que ha recibido él por producirlo. Siendo como soy hijo de agricultor, esto siempre me ha resultado curioso e interesante, a la vez que perverso. Voy a poner un ejemplo que creo es bastante ilustrativo: aquí en Irlanda donde vivo, debido al clima no se pueden criar muchas frutas o verduras, desde luego no tantas ni tan variadas como en mi tierra; por ello, se ven obligados a importar muchos de estos productos, que luego venden a precios astronómicos. Le comentaba hace poco a mi padre que, por ejemplo, una caja que contiene unas 15 ó 20 fresas se vende aquí a 4 ó 5 euros, mientras que al agricultor de España (o de Chile, o de Venezuela...) se le pagan a un precio ridículo, risible. ¿Qué quiere esto decir? Pues que hay alguien ahí que se está haciendo de oro, sin ninguna duda: los intermediarios.

Sí, esto no es más que un pequeño ejemplo, pero es un ejemplo perfectamente válido, e ilustrativo, de uno de los muchos fallos que tiene el capitalismo, y que el Estado debería intervenir para corregir.

Por supuesto, las ideas de Marx también contenían numerosos errores, y quizás el principal de ellos fue subestimar las ansias del ser humano por la libertad individual, y por la iniciativa y la propiedad privadas. Pero tal vez también su principal logro fue exponer la idea de que otro mundo, mejor, es posible, y señalar la desigualdad y la explotación del hombre por el hombre como dos problemas fundamentales a erradicar.

Creo que, si algo ha probado esta crisis financiera y económica es que el capitalismo y la iniciativa privada por sí solos no funcionan. El ser humano es por lo general avaricioso y egoísta, y por ello el Estado debe ejercer de árbitro, y ser una entidad poderosa que supervise las relaciones económicas y comerciales. El Estado debe intervenir donde y cuando sea necesario, debe crear las infraestructuras públicas necesarias para crear un sistema justo de sanidad y de educación, asegurándose de que cualquiera tenga acceso a las mismas sean cuales sean sus medios y su origen social; es decir, igualdad de oportunidades. El Estado debe establecer una política fiscal justa y progresiva, que reduzca las desigualdades en la sociedad. El Estado debe proveer servicios públicos de calidad que puedan ser utilizados por todos los ciudadanos. En mi opinión, la única manera de salir de la crisis va a ser con más socialdemocracia, con más gasto público, con más intervención estatal en la economía y con mejores infraestructuras públicas. Puede que esté equivocado, pero está es mi opinión.

Pedirle a Concha que me prestara “El capital” no sirvió para que me subiera de nota: saqué notable, que es lo que había sacado a lo largo de todo el curso. Pero debo confesar que le estoy agradecido a Concha, primero por su manera tan interesante de enseñar historia, y en segundo lugar porque gracias a ella leí el “Manifiesto Comunista” y pude entender mejor muchas cosas sobre el capitalismo y el socialismo.

2 comentarios:

  1. No sé si conoces a Belén Gopegui. Una escritora muy interesante y apenas graciosa.

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  2. Buen post. Recuerdo a mi profe de historia que nos dijo que en España se podían contar con la mano la gente que realmente se halla leído El Capital, de cabo a rabo. Si pilotas el inglés, puedes leértelo poco a poco con las explicaciones de Harvey. Otro crack. http://davidharvey.org/ Yo me he leído ya "varios capitulos" :)

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