martes, 13 de octubre de 2009

A la segunda fue la vencida


Con algunos días de retraso, debido al hecho de que -por circunstancias que no vienen al caso- dejé esta casa de puertas abiertas que es mi blog desatendida durante la semana pasada, me dispongo ahora a analizar los resultados del referéndum sobre el Tratado de Lisboa que se celebró aquí en Irlanda el 2 de octubre.

Bueno, parece ser que a la segunda fue la vencida y que esta vez, tal y como querían tanto el Gobierno irlandés como los partidos mayoritarios, los irlandeses han respaldado mayoritariamente el Tratado de Lisboa, después de que se les ofrecieran ciertas garantías legales. (Si alguien quiere más información al respecto, puede consultar mi apunte ‘A espaldas del ciudadano’ del 2 de septiembre, si así lo desea).

Resulta chocante la manera de entender la democracia que tienen muchos, que consiste en repetir un referéndum hasta que salga el resultado que ellos quieren. Ya pasó aquí en Irlanda con el Tratado de Niza, y ha vuelto a pasar ahora con el de Lisboa. Por supuesto, esta vez se les han ofrecido a los irlandeses unas ciertas garantías legales, pero ¿hasta qué punto resulta legítimo repetir un referéndum sobre lo que es básicamente el mismo Tratado simplemente porque no salió el resultado que el gobierno quería? Todo esto suena muy marxista, no de Karl Marx, sino de Groucho: absurdo total.

Debo decir que, por lo que he leído del Tratado de Lisboa, y aunque difiero en bastantes cosas, de fondo y de forma, estoy más a favor del mismo que en contra. Muchas cosas no me gustan, ni del Tratado de Lisboa ni de la forma en que se está construyendo la Unión Europea, a espaldas de los europeos, sin contar con ellos, creando un monstruo burocrático de difícil justificación y vestido con ropajes neoliberales, con un Parlamento Europeo convertido en cementerio de cadáveres políticos, pero aún con todo esto creo que es mejor una Europa unida que desunida. Aunque nuestros políticos deberían reflexionar muy seriamente sobre el camino que estamos recorriendo y la forma en que lo estamos recorriendo.

Dicho todo esto, ¿se concederá a los partidarios del “no” al Tratado de Lisboa una segunda oportunidad, igual que se les concedió a los partidarios del “sí”? Claro que no: las reglas del juego las acuerdan los poderosos. Como me decía un amigo mío hace unos días, medio en broma medio en serio: ahora hay un empate, en un referéndum salió “no”, en el otro “sí”; lo que tendrían que hacer sería convocar un tercer referéndum para desempatar...

¿Por qué han votado ahora los irlandeses a favor del Tratado cuando hace poco más de un año lo rechazaron? Lo primero que hay que tener en cuenta es que la situación económica es ahora muy diferente de la que era en junio de 2008. La crisis económica mundial se ha cebado con fuerza en Irlanda, un país que había experimentado un crecimiento inédito en los últimos 15 años, basado en gran parte –al igual que España- en el boom de la construcción. Tras varios años de pleno empleo el paro se sitúa ahora en torno al 12,5 % (sí, ya lo sé, algunos en España dirán “¡ojalá nuestro porcentaje de paro fuese tan bajo!”) y el país se encuentra prácticamente en bancarrota: el gobierno ha introducido recortes por todos lados, sobre todo en sanidad y educación, y no sólo ha congelado el salario de los funcionarios públicos, sino que lo ha reducido al incrementar su contribución a la pensión sin aumentar la cuantía de la misma. Negocios y fábricas se ven obligados a cerrar día tras día, y muchas urbanizaciones nuevas permanecen vacías. Mientras, se siguen revelando a diario más detalles sobre el despilfarro en viajes, hoteles y cuotas de miembros del gobierno. Ya hablaré sobre la economía de Irlanda con más profundidad en otra ocasión.

Ante este panorama el gobierno y los partidos mayoritarios han apelado sobre todo al voto del miedo, proclamando que si Irlanda votaba “no” al Tratado se hundiría todavía más en la crisis y que la única manera de salir del hoyo era votar “sí”. Y creo que ha dado resultado, a la vista está. Eso sí, también los partidos y asociaciones que pedían el “no” habían apelado al miedo, diciendo que la aprobación del Tratado de Lisboa suponía el final de la independencia de Irlanda y que Irlanda perdería su identidad.

Días antes de que se celebrara el segundo referéndum algunas personas comentaban que el triunfo del “no” en el primer referéndum en junio de 2008 demostraba que es mejor no someter ciertos asuntos al voto popular, ya que –dicen- mucha gente votó “no” al Tratado porque no sabían o comprendían de qué iba la cosa y el Tratado de Lisboa es muy complejo y difícil de entender. Bueno, aparte del hecho de que en Irlanda cualquier modificación de la Constitución –y el Tratado de Lisboa lo es- debe someterse a referéndum, ese argumento me resulta totalmente elitista y erróneo. Elitista, porque la belleza de la democracia es que el voto de una persona que no tenga idea de ni interés por la política o el derecho vale lo mismo que el de un experto en ambos temas. Y erróneo, porque ante un tratado o ley difícil o complejo lo que se necesita es información, más y más información y explicaciones sencillas, en vez de negarle al pueblo el derecho a decidir con la excusa de que es difícil de entender.

Ahora parece que tan sólo queda que tanto el presidente checo como el polaco pongan su firma en el Tratado, aunque el que previsiblemente será el futuro Primer Ministro británico, el conservador David Cameron, ha prometido también si llega al poder un referéndum para sacar al Reino Unido de la UE (si bien, curiosamente, no ha vuelto a hablar de esto desde que Irlanda votó “sí” el 2 de octubre).

Me gustaría que los obstáculos por los que ha pasado la aprobación del Tratado de Lisboa en Irlanda sirvieran de advertencia a los políticos de toda Europa, que aprendiesen su lección y, de una vez por todas, construyesen una Unión Europea contando con los ciudadanos, una UE con el bienestar del ciudadano europeo como su centro y su fin último, una UE social y que sin tanta distracción burocrática supiese explicar a los ciudadanos cómo adopta medidas para mejorar y facilitar su vida diaria. Una UE abierta, participativa, verdaderamente democrática. Pero lo dudo.

1 comentario:

  1. La política realmente es un juego para fátuos. A mí me llamó la atención que el referéndum se repitiera en Irlanda. Puede que, como dices, tenga muchísimo que ver la tensa situación económica con el cambio del resultado. Eso sí, si los políticos irlanedeses se juraron por sus gónadas, que se apoyaba el referéndum, ya estarán contentos. En España salió que sí, pero ya se sabe que en ese país la gente vota por pulsión primaria, no porque tenga un criterio meditado.Animalicos.

    ResponderEliminar