Hoy es 11 de Septiembre, 9/11 (nine-eleven) como dicen los estadounidenses. Un día de triste recuerdo.
Ya analizaré en otro momento las causas y las consecuencias, y hablaré de las guerras de Irak y de Afganistán. Hoy tan solo quiero recordar dónde estaba yo y que es lo que estaba haciendo cuando me enteré de lo que estaba ocurriendo. Puesto que los acontecimientos del 9 de septiembre de 2001 son de tal naturaleza que todo el mundo recuerda dónde estaba y qué estaba haciendo cuando se enteró de lo que ocurría.
Por aquel entonces yo trabajaba como funcionario en el Ministerio de Transporte aquí en Dublín. Estaba en la oficina cuando, hacia las 2 de la tarde, el hombre encargado del correo y de las fotocopiadoras, que trabajaba solo en una oficina en la planta baja donde escuchaba la radio durante todo el día, subió hasta nuestras oficinas en la segunda planta del edificio para decirnos que habían dicho por la radio que un avión se había estrellado contra una de las Torres Gemelas de Nueva York. Por supuesto, todos pensamos al principio que se trataba tan solo de un accidente, trágico y extraño, pero accidente al fin y al cabo. Hasta que unos minutos más tarde volvió a entrar en nuestra oficina y nos dijo que otro avión se había estrellado contra otra torre. Entonces empezamos a comprender que no se trataba de un accidente sin más.
Subimos a la oficina de secretarios del Ministro, en la tercera planta. Ahí había una televisión, y unas 20 ó 30 personas del Ministerio seguimos durante unos minutos por el canal británico de noticias Sky News lo que estaba ocurriendo.
De regreso a nuestra oficina unos minutos más tarde, mi jefe dijo que se iba a su casa porque allí se sentiría más seguro, y quería seguir por televisión el desarrollo de los acontecimientos. Ya sé que todo esto de irse a casa porque allí se sentiría más seguro suena ahora, 8 años después, bastante ridículo. Pero si recordamos bien aquel negro día comprendemos que no era algo tan ridículo, ni mucho menos: nadie sabía qué estaba ocurriendo en realidad, nadie sabía cuántos ataques o atentados se iban a producir, nadie sabía si estos ataques se iban a reproducir y continuar en otras ciudades del planeta.
El caso es que todos nos fuimos a casa muy pronto aquella tarde, y estuve siguiendo todo lo que ocurría por la tele, como tantos otros millones de personas en todo el planeta. Y durante los días que siguieron, todo el mundo, en oficinas, fábricas, tiendas, bares, restaurantes y calles hablaban de lo mismo.
Como ya he dicho, hoy quería tan sólo dejar un pequeño testimonio de mis recuerdos personales en aquel trágico día. En otros momentos, otros días, hablaré sobre otros asuntos relacionados también con este día. Al pie de este ‘post’ está, como siempre, la posibilidad de que visitantes de este blog cuenten, si así lo desean, su propia experiencia y recuerdos de aquel día, o cualquier otro comentario u opinión en relación con este asunto.
Creo que es importante recordar también que hoy se cumplen 36 años de otro 11 de septiembre: el del golpe de estado de Pinochet en Chile en 1973, apoyado y financiado por la CIA, que costó la vida al presidente Allende y a miles de chilenos, además de incontables detenciones y torturas, y que instauró una dictadura brutal durante varios años.
Se le encoge a uno el alma al recordar que Pinochet, como otros dictadores, murió en la cama y sin llegar a pagar nunca por sus crímenes. Y se vuelve a encoger al recordar, por ejemplo, las palabras de la patética Margaret Thatcher, quien dijo estar “profundamente entristecida” por su muerte. Sin comentarios.
Ya analizaré en otro momento las causas y las consecuencias, y hablaré de las guerras de Irak y de Afganistán. Hoy tan solo quiero recordar dónde estaba yo y que es lo que estaba haciendo cuando me enteré de lo que estaba ocurriendo. Puesto que los acontecimientos del 9 de septiembre de 2001 son de tal naturaleza que todo el mundo recuerda dónde estaba y qué estaba haciendo cuando se enteró de lo que ocurría.
Por aquel entonces yo trabajaba como funcionario en el Ministerio de Transporte aquí en Dublín. Estaba en la oficina cuando, hacia las 2 de la tarde, el hombre encargado del correo y de las fotocopiadoras, que trabajaba solo en una oficina en la planta baja donde escuchaba la radio durante todo el día, subió hasta nuestras oficinas en la segunda planta del edificio para decirnos que habían dicho por la radio que un avión se había estrellado contra una de las Torres Gemelas de Nueva York. Por supuesto, todos pensamos al principio que se trataba tan solo de un accidente, trágico y extraño, pero accidente al fin y al cabo. Hasta que unos minutos más tarde volvió a entrar en nuestra oficina y nos dijo que otro avión se había estrellado contra otra torre. Entonces empezamos a comprender que no se trataba de un accidente sin más.
Subimos a la oficina de secretarios del Ministro, en la tercera planta. Ahí había una televisión, y unas 20 ó 30 personas del Ministerio seguimos durante unos minutos por el canal británico de noticias Sky News lo que estaba ocurriendo.
De regreso a nuestra oficina unos minutos más tarde, mi jefe dijo que se iba a su casa porque allí se sentiría más seguro, y quería seguir por televisión el desarrollo de los acontecimientos. Ya sé que todo esto de irse a casa porque allí se sentiría más seguro suena ahora, 8 años después, bastante ridículo. Pero si recordamos bien aquel negro día comprendemos que no era algo tan ridículo, ni mucho menos: nadie sabía qué estaba ocurriendo en realidad, nadie sabía cuántos ataques o atentados se iban a producir, nadie sabía si estos ataques se iban a reproducir y continuar en otras ciudades del planeta.
El caso es que todos nos fuimos a casa muy pronto aquella tarde, y estuve siguiendo todo lo que ocurría por la tele, como tantos otros millones de personas en todo el planeta. Y durante los días que siguieron, todo el mundo, en oficinas, fábricas, tiendas, bares, restaurantes y calles hablaban de lo mismo.
Como ya he dicho, hoy quería tan sólo dejar un pequeño testimonio de mis recuerdos personales en aquel trágico día. En otros momentos, otros días, hablaré sobre otros asuntos relacionados también con este día. Al pie de este ‘post’ está, como siempre, la posibilidad de que visitantes de este blog cuenten, si así lo desean, su propia experiencia y recuerdos de aquel día, o cualquier otro comentario u opinión en relación con este asunto.
Creo que es importante recordar también que hoy se cumplen 36 años de otro 11 de septiembre: el del golpe de estado de Pinochet en Chile en 1973, apoyado y financiado por la CIA, que costó la vida al presidente Allende y a miles de chilenos, además de incontables detenciones y torturas, y que instauró una dictadura brutal durante varios años.
Se le encoge a uno el alma al recordar que Pinochet, como otros dictadores, murió en la cama y sin llegar a pagar nunca por sus crímenes. Y se vuelve a encoger al recordar, por ejemplo, las palabras de la patética Margaret Thatcher, quien dijo estar “profundamente entristecida” por su muerte. Sin comentarios.
Yo estaba en el Puerto de Santa María, donde trabajaba. Acababa de tener un grupo comiendo en Conil y regresaba a la oficina escuchando la radio, M80... por qué se recuerdan esas cosas? en la oficina puse internet... y decidí, también, irme a casa pues tenía canales internacionales. En mi casa me sentía segura mientras veía CNN.
ResponderEliminarMientras veía las imágenes,era la sensación de no creerme nada, que era una pelicula.
Aún guardo los periódicos del día 12... creo que aquel día el orden del mundo cambió, y de alguna manera, nosotros también
un dia para recordar que cambio el mundo pero para peor
ResponderEliminarYo aquél día de 2001 libraba y estaba viendo friends antes de irme a la playa. El avance de noticias de tele5 (en la pausa del canal +) me sobresaltó. En cuanto al otro 11 de septiembre de 1973, aún me quedaba mes y medio por nacer. Pero mi padre se pasó toda mi infancia diciéndome lo crueles que eran los miembros de la DINA (policía chilena), lo malvado de Pinochet, y lo culpable que era el gobierno norteamericano. Demasiados sátrapas mueren felices sin que les remuerda la conciencia. El 11 de septiempre, además, los catalanes celebran que Felipe V de Borbón, el rencoroso, les abolió los fueros porque apoyaron al otro candidato a la corona. Sólo por eso. Sátrapas coronados y con gorra de plato.
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