viernes, 4 de septiembre de 2009

Viernes


Ya es viernes. Se acerca el fin de semana una vez más.

Y te vienen a la memoria recuerdos de otros viernes y de otros fines de semana de hace tiempo, de hace 15 ó 20 años. Tiempos pasados en los que, al llegar el viernes, el fin de semana se presentaba ante tus ojos como una isla a descubrir y conquistar.

El fin de semana era entonces una aventura intrépida, un microcosmos en el que todo, absolutamente todo, podía ocurrir. Ya estaba más próxima la hora de salir por los bares de siempre, de ver a la gente de siempre, de conversar con más o menos sentido, de escuchar una y otra vez canciones que conocíamos a la perfección y que tarareábamos a viva voz, como si nos fuera la vida en ello, de intercambiar miradas –y si había suerte palabras- con aquella chica tan atractiva del instituto que nos había llamado la atención durante la semana.

El fin de semana era un planeta en el que éramos reyes, héroes intocables, invencibles incluso, y en el que todo era posible, en el que uno se disponía a comerse el mundo entre dos pedazos de pan y a menudo acababa con una borrachera de cien mil pares de cojones.

Se vivía el fin de semana como si fuera el último de nuestras vidas, como si aquellas horas fueran lo único que nos quedaba, sometidos como única norma de vida al ‘carpe diem’ que tanto mencionaba el personaje de Robin Williams en “El club de los poetas muertos”.

Ahora los fines de semana son distintos. Ha pasado el tiempo y ya no somos las mismas personas que éramos entonces, o quizás sí... No lo sé... Lo cierto es que hemos cambiado, y es normal. Dejamos algunas cosas en el camino, claro que sí, pero también hemos encontrado otras que por aquel entonces no habríamos podido ni imaginar siquiera.

Ahora procuras disfrutar del descanso y de la tranquilidad como antes disfrutabas del ruido y del jaleo. Disfrutas de paseos con tu mujer y tu hija si el tiempo lo permite. De lecturas relajadas, de juegos con tu hija en el suelo del cuarto de estar que te retrotraen a tu propia infancia, más o menos lejana pero nunca olvidada. Alguna película que ver, algún disco que escuchar... A veces, una cena en algún restaurante atractivo, unas copas con los amigos, una salida al cine a ver esa película que tan buenas críticas está recibiendo...

En fin, descansando y disfrutando de pequeños placeres cotidianos, recargando las pilas antes de volver a la rutina de otro lunes.

5 comentarios:

  1. Joder Aca, teiens 38 cuando tengas 83, que coño vas ha escribir.
    Tio que somos jovenes y todavia hay muchos litro de alcohol que beber, muchas canciones que tararear y además educar a la prole.

    JODER QUE SOMOS JOVENES.

    Un abrazo.

    Vicentin

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  2. Hola Vicentín,

    Muchas gracias por tu comentario.

    Vamos a ver si explico: yo no digo que sea viejo o que me sienta viejo, ni mucho menos; solamente digo que no es lo mismo tener 38 años que 18, ó 23, ó 30 incluso. Lo que intento decir es que nuestros fines de semana han cambiado, al igual que hemos cambiado nosotros.

    Un abrazo.

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  3. De acuerdo contigo. A mi me pasa lo mismo. Tengo 41, aunque el cuerpo se me pone hijoputa. Pero, leñe, a mi alrededor la peña ya no es lo mismo.
    Saludos

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  4. También yo estoy de acuerdo.... antes los viernes eran otra cosa, ahora o estas muy cansada para hacer cosas, o yu rutina te lleva a hacer cosas que antes eran impensables.


    Gracias por pasarte por mi Faro, con tu permiso, me quedo por aquí, me gusta el aroma que trae este blog desde aquella tiera

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  5. Aca, como bien dice Vicentín, estas reflexiones son de abuelo cebolleta. Pero tampoco hay que hacerle mucho caso. En realidad, le hacemos caso un par de veces al año. Hacemos una cena que llamamos "La cena de las crestas". Vamos a cenar y a echar unos cubatas, entramos a bares del tubo y no conocemos ni al camarero. Es entonces cuando valoramos la tranquilidad del fin de semana y cuando nos damos cuenta de que aquellos viernes y sábado salvajes eran esencialmente un rito social. Buscabamos el vaso cómplice y la chica de nuestros sueños. Nada más amigo, y nada menos.

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